Por
Raúl H. Pérez Navarrete
Gabriel
García Márquez aseguraba que una de las cosas más difíciles del arte de
escribir era crear el primer párrafo de una historia. En el mismo sentido, en
su Decálogo del perfecto cuentista,
Horacio Quiroga afirma que “…las tres primeras líneas tienen casi la
importancia de las tres últimas.” Difícilmente podría ser de otra manera; las
primeras líneas de un texto son significativas pues nos invitan a la lectura
al hacer sugerencias de aquello que nos espera más adelante; inician, además,
un ritmo, y sugieren la atmósfera general de la obra. Como ejemplos de lo
anterior, basta recordar los clásicos inicios del Quijote, La Metamorfosis o Lolita.
Comparto aquí varias primeras líneas que espero sean el primer paso para
conocer las novelas de las cuales han surgido, o en su caso, volver a
disfrutarlas.
“Era
el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y
también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de
la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la
desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en
derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra,
aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables
autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal,
sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.” Charles Dickens, Historia de dos ciudades (1859).
“Todas
las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene
un motivo especial para sentirse desgraciada.” León Tolstói, Ana Karenina (1878).
“Hoy,
en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó. Puse la cama cerca
de la pileta de natación y estuve bañándome, hasta muy tarde. Era imposible
dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el agua que
debía protegerme de la espantosa calma. A la madrugada me despertó un
fonógrafo. No puede volver al museo a buscar las cosas, hui por las barracas,
estoy en los bajos del sur, entre plantas acuáticas, indignado por los mosquitos,
con el mar o sucios arroyos hasta la cintura, viendo que anticipé absurdamente
mi huida. Creo que esa gente no vino a buscarme, tal vez no me hayan visto.
Pero sigo mi destino; estoy desprovisto de todo, confinado al lugar más escaso,
menos habitable de la isla; a pantanos que el mar suprime una vez por semana.
Escribo esto para dejar testimonio del adverso milagro.” Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel (1940).
“Era
un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. Winston Smith,
con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo
viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de
la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga
polvorienta se colara con él.” George
Orwell, 1984 (1949).
1984, Penguin UK, 2008, diseño de portada de Shepard Fairey. |
“Cuando
el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su
cumpleaños centesimodecimoprimero con una fiesta de especial magnificencia,
hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton. Bilbo era muy rico y muy
peculiar, y había sido el asombro de la Comarca durante sesenta años, desde su
memorable desaparición e inesperado regreso. Las riquezas que había traído de
aquellos viajes se habían convertido en leyenda local, y era creencia común, contra
todo lo que pudieran decir los viejos, que en la Colina de Bolsón Cerrado había
muchos túneles atiborrados de tesoros.” J.R. R. Tolkien, El señor de los anillos: La comunidad del anillo (1954).
“Lees
ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y
relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la
ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en
este cafetín sucio y barato. Tú releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado.
Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial.
Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés,
preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales,
comida y recámara cómoda, asoleada, apropiada estudio.” Carlos Fuentes, Aura (1962).
“Muchos
años después, al enfrentarse al escuadrón de fusilamiento, el coronel Aureliano
Buendía se acordaría de esa lejana tarde en que su padre lo llevó a descubrir
el hielo.” Gabriel García Márquez, Cien
Años de Soledad (1967).
“El
terror, que no terminaría por otros veintisiete años -si es que terminó alguna
vez- comenzó, hasta donde sé o puedo contar, con un barco de papel que flotaba
a lo largo del arroyo de una calle anegada por la lluvia.” Stephen King, Eso (1986).
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