Por Raúl H.
Pérez Navarrete
Es 1992. Tengo 9
años y en el librero que alberga las páginas que marcarán mis años futuros también se encuentra una colección de viejos álbumes: Michael Jackson, The
Beatles, Police, Blondie… Pronto enriquecerán mi cultura musical documentales
sobre el cuarteto de Liverpool y programas de videos como Visión rock (del
canal 6 de Sonora que se veía por alguna extraña razón en Panabá), gracias al
cual conocí, entre otros, a Guns N' Roses, Transmetal, Pantera y Metallica.
Vinyl, por Alisa Zerkalova. |
Al
mudarme a Mérida descubrí otras bandas en esta ocasión por conducto de
algunos compañeros de la escuela y por supuesto de MTV. Al iniciar la
universidad era ya seguidor de Nirvana, Deftones, Oasis y La Barranca. Fue
precisamente en esa etapa en la que aprendí más sobre el metal, género en el
que descubrí a algunas bandas como Sirenia y Cradle of filth.
* *
*
Es 2012. Tengo
29 años y estoy frente a la computadora escuchando bandas para mí desconocidas en stereomood,
página que descubrí gracias a un twitt de Janistika (a quien, por cierto, sólo conozco por su blog y su cuenta en Twitter). Las nuevas
tecnologías cambiaron para siempre el rostro de la industria musical; si antes
los amigos, MTV y revistas especializadas nos presentaban a músicos como Alice
in chains o The Mars Volta, ahora Youtube y páginas como Taringa! juegan un
papel importante en ese sentido.
This is the old shit, por Russ. |
Desde luego estos cambios tienen su
aspecto negativo como la piratería y la afectación económica de las compañías
disqueras, sin embargo, la música encuentra invariablemente su cauce. Se
transformaron las tecnologías para disfrutarla, para crearla, pero ahí está,
presente siempre, ya sea en la forma de
un adolescente que viaja en el autobús con el ipod en el bolsillo, ya sea en el
canto de un vendedor ambulante, en un serrucho que interpreta melodías de los
Beatles, o en la precisión de una orquesta sinfónica…
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