miércoles, 28 de julio de 2021

Genndy Tartakovsky’s Primal

Por Raúl Pérez


En occidente, cuando se habla de animación para adultos, muchos piensan en series como The Simpsons o South Park. No faltará quien piense en pornografía o cite películas de Ralph Bakshi como Cool World (1992) o Fritz the cat (1973). El sexo y el humor se encuentran, de hecho, desde los inicios de la animación, como lo demuestra el cortometraje abiertamente pornográfico Eveready Harton in Buried Treasure, creado entre 1928 y 1929, y las aventuras Betty Boop en la década de los años treinta.


Pocos son los ejemplos en donde predomina la acción y la aventura. Pienso en largometrajes como Heavy Metal (1981), Fire and Ice (1983) o Akira (1988); pienso en series como Aeon Flux (1991-1995), de Peter Chung, y en la serie animada Spawn (1997), basada en el cómic creado por Todd McFarlane. Mirando el panorama actual, pareciera que las adaptaciones de algunos videojuegos al cine y la TV están llenando ese vacío: Resident evil, Mortal Kombat y Dead space son algunas de esas franquicias. La violencia y la sangre son llevadas directamente de las consolas a los DVD y servicios de streaming. Surge aquí un problema: son clasificadas para adultos básicamente por la violencia explícita. No hay más. La animación de Dead Space: Downfall y Scorpion’s revange no es muy distinta a la de Gargoyles (1994-1997), serie producida por Disney; las peripecias de los personajes tampoco son muy distintas. En estas adaptaciones no hay profundidad en los personajes y no hay temáticas realmente adultas (esto tampoco es necesariamente culpa de las franquicias que las originaron, Dead space y Resident evil son interesantes). La palabra “adulto” se convierte aquí en cuerpos desnudos o mutilados, no en temas como la ambición del poder, las consecuencias de la violencia o la pérdida de la familia. No creo pedir “peras al olmo”, Batman: The animated series, por ejemplo, es reconocida por sus logros en la animación y en la forma de abordar estos temas (los episodios “Feat of Clay”, “Beware the Gray Ghost” o “Heart of ice” son muestra de ello).

 

Ante este escenario, la más reciente obra del animador Genndy Tartakovsky, Primal, es motivo de celebración. Así como Bruce Timm y Paul Dini utilizaron a Batman para experimentar y contar historias interesantes, Tartakovsky recoge lo aprendido en Samurai Jack, su obra más reconocida en los últimos años, para crear una serie brutal y sangrienta, pero también conmovedora. Tartakovsky y el estudio francés Studio La Cachette recurren en esta nueva serie una animación sencilla y vibrante que juega un papel fundamental ante la ausencia de diálogos (salvo en el décimo episodio, los personajes se comunican con rugidos, gruñidos y ademanes). Mención aparte merece la música de Tyler Bates y Joanne Higginbottom, sin duda, otra de las bases sobre las que descansa la serie.

 


Primal emplea la recurrida fantasía de mezclar seres humanos con reptiles prehistóricos, y la combina con elementos del género del terror y así como algunos provenientes de los relatos de Conan, de Robert E. Howard. La serie narra las aventuras de un cavernícola (nombrado “Spear” en los créditos), y una tiranosaurio (“Fang”), unidos por la muerte de sus respectivas familias y la necesidad de sobrevivir en un mundo hostil. Así inician las aventuras de la pareja que no sólo se enfrenta a animales prehistóricos y tribus de antropoides, sino también entre sí: el segundo capítulo muestra, por ejemplo, las dificultades que ambos tienen para adaptarse y funcionar como un equipo. Spear ve a su compañera de viaje no sólo como una rival por el alimento, sino que también como una sombra de la tragedia que le arrancó a su familia.

 


Primal es una serie casi experimental cargada de acción (“Rage of the ape-men”), en ocasiones casi aterradora ante amenazas monstruosas (“Terror under the blood moon”, “Plague of madness”, “The night feeder”), salpicada de momentos conmovedores que se convierten en verdaderos oasis en medio de la sangre y la violencia (“A cold death”, “The coven of the damned”). Primal es, junto a Samurai Jack, una de las mejores series de animación de las últimas décadas.




 

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