viernes, 30 de noviembre de 2018

La historieta, otro lenguaje narrativo*

Por Raúl H. Pérez Navarrete

En 1991 Neil Gaiman obtuvo el premio literario World fantasy award en la categoría “mejor historia corta” gracias al número 19 de The sandman, historieta publicada por DC comics cuyo protagonista es Morfeo, la personificación del ensueño. En dicho número, William Shakespeare presenta por primera vez, en un campo cercano a las colinas de Wealden, en East Sussex, su obra Sueño de una noche de verano ante los mismos Oberón y Titania, y su séquito de hadas y duendes. El peculiar estreno es producto de un trato que el dramaturgo inglés ha hecho con Morfeo.

            Cuatro años antes, DC utilizó la etiqueta “novela gráfica” para proyectar las historietas Watchemen y Dark knight returns más allá del círculo de lectores de cómics pues se trataba de obras novedosas que rompían con los esquemas utilizados durante décadas en el subgénero de los superhéroes. En el año 2005, Watchmen aparecería  en la lista de la revista Time de las 100 mejores novelas en lengua inglesa publicadas desde 1923.


Portada de Watchmen #1 (1986).

¿Es el cómic literatura? La respuesta es, sencillamente, no. La historieta o cómic es un medio de expresión propio conformado por textos y elementos visuales que posee sus propias reglas. En su libro Understanding comics, Scott McCloud retoma el concepto “arte secuencial” (creado por el dibujante Will Eisner) en un intento por analizar esta manifestación creativa. Este término le permite a McCloud incluir como antecedentes del cómic al Tapiz de Bayeux, el Códice Nuttall, algunas obras de William Hogarth y de Rodolphe Töpffer, así como las “novelas sin palabras” de Frans Masereel y Lyn Ward producidas a principios del siglo XX.[1]

Es natural pensar en el cómic como una  forma de expresión cercana a la literatura; en su ensayo Writing for comics, Alan Moore afirma que en la creación de una historieta “la escritura se encuentra en el principio del proceso”; antes de hablar de onomatopeyas, paneles y colores, Moore asevera que hay que contar historias relevantes, reflexiona sobre el ritmo de las palabras, y hace una disertación breve sobre el humor.

El cómic tampoco es un producto derivado de la cinematografía aunque desde luego las comparaciones son inevitables e incluso necesarias en algunas ocasiones. En los guiones de cómic no es raro encontrar términos emanados del mundo del cine: “Me expreso empleando conceptos como close-up, long shot, zoom y paneo” -expresa Alan Moore en su primer capítulo de Writing for comics-. “Es una forma práctica de transmitir instrucciones visuales precisas.” Sin embargo, él mismo señala inmediatamente que esta práctica “tiende a definir en nuestra mente a los valores del cómic como virtualmente indistinguibles de los valores cinematográficos”. El escritor británico sentencia que en vez de concentrarnos en los elementos cinematográficos que el cómic puede emular, “¿no deberíamos considerar las técnicas del cómic que el cine no puede duplicar?”

Otro lenguaje narrativo

Little Nemo in Slumberland.
Hoy en día, las posibilidades expresivas propias del cómic pueden encontrase tanto dentro como fuera de las historietas producidas por las grandes editoriales; por ejemplo, los estilos minimalistas empleados por Art Spiegelman en Maus, y Marjane Satrapi en Persépolis mostraron ser eficaces para contar historias biográficas que tienen como telón de fondo episodios históricos como el Holocausto y la revolución iraní. Por otro lado, en las páginas de Batwoman y Promethea, J.H. Williams III se alejó del formato rígido de la distribución tradicional de las escenas al hacer composiciones poco convencionales que evocaban el trabajo de Jim Steranko de los años 60[2], y aún el del pionero del cómic Winsor McCay, en cuya obra de principios del siglo XX, Little Nemo in Slumberland, descubrimos algunos de los recursos que un cómic puede emplear.


Páginas de Promethea, ilustradas por J.H. Williams III.


            Artistas visuales como Dave McKean y David Mack, por su parte, emplean pintura, ilustración, fotografía y collage para la creación de sus historietas, otorgándole así una textura y una estética inusitadas a dichas obras.


Portada de The Sandman #19, por Dave McKean.

            La intertextualidad, los símbolos recurrentes, la simetría de los paneles, la incorporación de textos en prosa, y el contraste entre diálogos e imágenes son algunos de los recursos que Alan Moore y el dibujante Dave Gibbons incorporaron en Watchmen. Ambos mostraron que el mundo del cómic puede explorar otros caminos narrativos.

            En años recientes, sin duda el ejemplo más ambicioso de los límites que puede alcanzar el cómic es Building stories, de Chris Ware. Publicado en 2012, la novela gráfica “parece una caja de juegos reunidos. Al abrirlo nos encontramos con 14 libros, cuadernillos, revistas, diarios, folletos e incluso tiras sueltas, que rinden homenaje a casi todos los formatos que han tenido los cómics en su historia, desde el tamaño sábana de los periódicos hasta la tapa dura de la novela gráfica, pasando por una simple tira cómica.”[3]


Building stories.

Con el éxito de las adaptaciones cinematográficas de historietas de Marvel y DC, amén de la avalancha de subproductos que las rodean, es fácil olvidar que el cómic se extiende más allá del acartonado subgénero de los superhéroes. Basta mirar a otras editoriales y a otros autores para constatar que en el universo del cómic existen otros personajes además de aquellos que combaten supervillanos y usan máscaras y capas. Además de las obras arriba mencionadas, no quisiera dejar pasar la oportunidad para mencionar el trabajo y la obra de otros autores que son un buen punto de partida para explorar este vasto mundo: Operación Bolívar y Los perros salvajes, del mexicano Edgar Clément, cómic que reflexiona por igual sobre la mitología y la corrupción de nuestro país; Las puertitas del señor López, de los argentinos Carlos Trillo y Horacio Altuna, cuyo protagonista, un anodino oficinista, escapa de diversas formas de represión gracias al simple acto de atravesar una puerta; finalmente, el trabajo en solitario de Moebius, uno de los artistas de cómic más influyentes en los últimos 50 años.


Los perros salvajes.



*Artículo publicado originalmente en el número 21 de Al pie de la letra.




[1] Si bien McCloud considera que es complicado buscar antecedentes del cómic más allá del siglo XI, a la vez asevera que la columna de Trajano y las pinturas griega y japonesa “deben ser exploradas”. 
[2] Jim Steranko se inspira en el op art y el surrealismo para ilustrar las páginas de Nick Fury, Agent of S.H.I.E.L.D., historieta publicada por Marvel comics.
[3] Jesús Jiménez, 'Fabricar historias', de Chris Ware ¿El libro del año?

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