viernes, 13 de febrero de 2015

Primeras líneas


Por Raúl H. Pérez Navarrete


Gabriel García Márquez aseguraba que una de las cosas más difíciles del arte de escribir era crear el primer párrafo de una historia. En el mismo sentido, en su Decálogo del perfecto cuentista, Horacio Quiroga afirma que “…las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.” Difícilmente podría ser de otra manera; las primeras líneas de un texto son significativas pues nos invitan a la lectura al hacer sugerencias de aquello que nos espera más adelante; inician, además, un ritmo, y sugieren la atmósfera general de la obra. Como ejemplos de lo anterior, basta recordar los clásicos inicios del Quijote, La Metamorfosis o Lolita.

Comparto aquí varias primeras líneas que espero sean el primer paso para conocer las novelas de las cuales han surgido, o en su caso, volver a disfrutarlas.

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.” Charles Dickens, Historia de dos ciudades (1859).

“Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada.” León Tolstói, Ana Karenina (1878).

“Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro. El verano se adelantó. Puse la cama cerca de la pileta de natación y estuve bañándome, hasta muy tarde. Era imposible dormir. Dos o tres minutos afuera bastaban para convertir en sudor el agua que debía protegerme de la espantosa calma. A la madrugada me despertó un fonógrafo. No puede volver al museo a buscar las cosas, hui por las barracas, estoy en los bajos del sur, entre plantas acuáticas, indignado por los mosquitos, con el mar o sucios arroyos hasta la cintura, viendo que anticipé absurdamente mi huida. Creo que esa gente no vino a buscarme, tal vez no me hayan visto. Pero sigo mi destino; estoy desprovisto de todo, confinado al lugar más escaso, menos habitable de la isla; a pantanos que el mar suprime una vez por semana. Escribo esto para dejar testimonio del adverso milagro.” Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel (1940).

“Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece. Winston Smith, con la barbilla clavada en el pecho en su esfuerzo por burlar el molestísimo viento, se deslizó rápidamente por entre las puertas de cristal de las Casas de la Victoria, aunque no con la suficiente rapidez para evitar que una ráfaga polvorienta se colara con él.”  George Orwell, 1984 (1949).


1984, Penguin UK, 2008, diseño de portada de Shepard Fairey.


“Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su cumpleaños centesimodecimoprimero con una fiesta de especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton. Bilbo era muy rico y muy peculiar, y había sido el asombro de la Comarca durante sesenta años, desde su memorable desaparición e inesperado regreso. Las riquezas que había traído de aquellos viajes se habían convertido en leyenda local, y era creencia común, contra todo lo que pudieran decir los viejos, que en la Colina de Bolsón Cerrado había muchos túneles atiborrados de tesoros.” J.R. R. Tolkien, El señor de los anillos: La comunidad del anillo (1954).

“Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. Tú releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recámara cómoda, asoleada, apropiada estudio.” Carlos Fuentes, Aura (1962).

“Muchos años después, al enfrentarse al escuadrón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía se acordaría de esa lejana tarde en que su padre lo llevó a descubrir el hielo.” Gabriel García Márquez, Cien Años de Soledad (1967).

“El terror, que no terminaría por otros veintisiete años -si es que terminó alguna vez- comenzó, hasta donde sé o puedo contar, con un barco de papel que flotaba a lo largo del arroyo de una calle anegada por la lluvia.” Stephen King, Eso (1986).

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